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martes, 3 de mayo de 2011

Nunca somos ganadores


El suelo del dormitorio empezó a temblar. Dos de los cuadros de las paredes se descolgaron y cayeron al suelo, quebrándose el cristal. Los 10 metros que nos separaban ahora parecían continentes. Ya no podía sentir tu calor, tan sólo mi sangre helándose por el miedo. Mi corazón se escabullía entre tanto escalofrío y temblores, y tus ojos parecían querer decirme algo en un idioma que aún desconocía. El suelo se había derretido, convirtiéndose en lava, por el calor infernal que inundaba la habitación, y cada uno de nosotros estábamos aislados en sitios diferentes sin poder avanzar ni retroceder. Parecía el fin. Otro fin, de tantos.
A pesar de todo, sabíamos lo que estaba pasando: otra vez nuestros monstruos. Salían de nuestro interior sin apenas darnos cuenta, sacando lo peor de nosotros. Egoístas e irracionales, controlaban nuestro cuerpo y nuestra mente. Parecían imposibles de controlar. Cada paso, cada palabra, cada grito y cada lágrima los hacían más fuertes. Se alimentaban del odio y la rabia que escondemos bajo la cama cada noche, con la esperanza de un nuevo amanecer, apacible y tranquilo. Y es que nunca nadie nos dijo contra qué nos íbamos a enfrentar. Las promesas de una vida sin complicaciones, de no pensar en las consecuencias, teniendo como reina a la Indiferencia, no son más que mentiras de la propia Inocencia.
No te das cuenta de que debes luchar contra ti mismo hasta que te conoces de verdad. Tocando el suelo y hundiéndome en el volcán de mis emociones incubé al monstruo que llevo en mi interior. Todo el miedo a perder lo que amamos y a no conseguir lo que tanto ansiamos es el elixir de la vida para él.
- ¡No! ¡¡No!! -gritaste al borde de las lágrimas.- No sé cómo parar esto, ¡no puedo!
- Joder, joder... Tranquilo. Espera. No es la primera vez que pasa, ¿vale? Siempre hay alguna forma de volver a la realidad -intenté calmarte.

Nos abrasaba la cara el fuego y el hedor del lugar se incrustaba en nuestros cinco sentidos, impidiéndonos pensar. Estaban cerca, demasiado cerca. El lugar del combate parecía sacado de la mente retorcida de algún psicópata. Tú y yo, atados de pies y manos con cadenas, esposados, yo a la cama y tú a la pared, en plataformas giratorias diferentes. Ni siquiera podías encontrarte con mi mirada.
Y allí estaban. Gigantes, deformes, con picos y colmillos, con lanzas y sin escudos. Volviéndose locos por matarse. Nuestro odio reencarnado en bestias.

A partir de ahora, sólo recuerdo humo, gritos, dolor, sufrimiento, fuego, quemaduras de tercer grado por todo nuestro interior, y lágrimas que casi fueron capaces de apagar el volcán de ese infierno. Todo un mundo que creamos tú y yo inconscientemente, el planeta del sufrimiento donde dejamos de ser quien somos, donde dejamos de pensar en lo que creemos, donde olvidamos por qué estamos aquí, juntos.
Y a pesar de no poder vernos, sabíamos que todas esas calamidades no son más que locuras que realmente no pasan por nuestra mente, aunque sí por nuestra boca.

El momento en el que llegan las heridas profundas, es cuando empieza a emborronarse todo. Una nebulosa cubre todo nuestro cielo y nuestro infierno. Creemos estar en el fin del mundo y no es más que un nuevo renacer. Cuando todo se apaga sólo quedamos tú y yo, presos de la tensión y el agotamiento. Dolidos y derrotados, nunca, absolutamente nunca ganadores.

- ¿Por qué? -susurré.
- No aprendemos a librarnos de este horror -me explicaste cabizbajo.
- Lo sien...
- Chst. Calla. Basta ya. No quiero tener que escuchar ni decir nunca más eso -estabas dolido y ni siquiera tus ojos cristalinos podían expresar cuánto.
- ¿Qué hacemos, entonces?
- No lo sé. Pero esto no está bien. Míranos. Estamos hechos polvo por dentro y por fuera.
- ¿Y qué tal si arrancamos nuestro falso odio y nuestro rencor? Para mí todo está caducado. No tiene sentido. No tiene vida, y nunca la tuvo - se hizo un silencio incómodo. No contestabas. Se me helaron los huesos.- Yo... tengo mucho miedo a esas bestias -dije entre lágrimas, mientras caía abatida al suelo.
- Puede que a veces controlen nuestra mente, pero siempre podemos contraatacar con el corazón.

Nos miramos, y tus ojos me abrasaron el corazón, como era costumbre en nosotros. Todo había vuelto a la rutina, la dulce rutina que tanto anhelábamos en luchas sin sentido como ésas.
- No sé si hace falta decirlo, pero... -volví a hablar y volviste a interrumpir.
- No hace falta. Lo sé, y yo a ti también. Ven aquí -me abrazaste con tanta fuerza que creí escuchar crujir mi alma.

Pero no fue más que mi parte humana y frágil, mis huesos que no son más que polvo cuando creo perderte. No sabes cuánto odio ser así de débil y caer en mi otro yo, en la bestia que parece desgarrarme cuando menos me lo espero. Pero mi corazón y mi alma puedo asegurarte que son absolutamente tuyas, independientemente de mi estado, del tiempo, del dolor. En ellos sólo hay un hueco, y sabes perfectamente quién es el dueño.


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Viva la banda sonora de Sherlock Holmes xD

Te quiero muchísimo :)
Ya sabes, Everything, always, PERFECT <3

2 comentarios:

  1. me enormemente alegro.
    ánimo, todo son rachas, vivimos tiempos dificiles, y si, es cierto que torres más altas cayeron, pero a mi eso no me dice nada, en realidad se caen porque no hay buenos cimientos y no son lo suficientemente firmes y fuertes para aguantar...
    vuestra historia no es así, asi que que no haya preocupaciones ni temores... ;3




    te quiro chichiloco!! :P
    xDDDDD

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  2. Tenía el blog abandonado!!! xDD

    Vaya un relato "incendiario" jajja... me mola!!

    Un beso!!

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