Vistas de página en total

viernes, 4 de marzo de 2011

Tú decides tu suerte.


- ¿Te sientes afortunado? - dijo, mientras expulsaba el humo por su boca. - Somos todos unos auténticos idiotas, -no me dio tiempo a responder - no valoramos una puta mierda de lo que tenemos, y después nos pasamos noches enteras llorando, sí, porque realmente sabemos que no tratamos a los demás como se merecerían. "Soy mala persona", "voy a perderla", "no debería ser así", "cambiaré"... Bah, seguro que te suenan esas chorradas, ¿me equivoco?
- No... para nada.
- Pero al día siguiente se te olvida todo, porque la noche se ha llevado tus verdaderos problemas para reemplazarlos por gilipolleces como que has tenido un mal día. Mal día... creo que pocos saben qué es realmente un mal día. Y, por mucho que nos joda cuando generalizan con nosotros, todos somos iguales, igual de imbéciles y egoístas. Parece que hoy en día, si no se es así, no somos 'normales'. Lloramos por todo, nos quejamos de todo, nos excusamos con cosas sin sentido como que se nos ha pegado la comida o se nos ha escapado el bus. Y todo porque para nosotros eso ya es un mal día. Es un mal día hasta que viene alguien que nos recuerda que hay personas que sí lo pasan realmente mal día a día, y no se quejan tanto, son más agradecidos y saben realmente qué merece la pena, todo porque tienen muy poco, y ese poco, es su tesoro. Y aquí nos ves, siendo millonarios y aún diciendo que pasamos frío y hambre, porque no nos vale nuestra comida ni abrigo, siempre queremos más, no nos basta, no hay límite para la avaricia.
- ¿Hay... remedio?
- ¿Remedio para qué?
- Para valorar mi tesoro.
- Puede, pero dudo que algún día lo sepamos: estamos demasiado acostumbrados a esto.

Apagó el cigarrillo consumido en el borde de la pared. Echó mano a su petaca y bebió un largo trago. La mueca que hizo a continuación indicaba que el whisky era fuerte.
- ¿Cuál es tu tesoro? -me atreví a preguntar.
- ¿Mi tesoro? - rió descosido- Mi tesoro se marchó hace tiempo, sólo me queda el tabaco y mi petaca.
- Era ella, ¿no?
- Era, tú lo has dicho. Que no te pase como a mí, que la perdí por pensar que la tenía. A estas alturas no puedes dar nada por sentenciado.

Parecía entristecido por recordar lo que tuvo pero no retuvo. Y yo me partía por dentro de pensar que algún día podría verme en la misma situación.

- ¿Por qué la perdiste?
- ¡¿Es que quieres hacerme retorcer del dolor, niñato?! - gritó, lleno de ira pero con cierto aire melancólico y depresivo.
- Yo... lo siento. Simplemente quería saber qué hacer, qué decir para no perderla.
- ¿Quieres saberlo? - su tono aún resultaba incómodo y hostil.
- Si no es demasiada molestia...
- Para empezar, ¿qué coño haces aquí? ¿Por qué no estás con ella? ¿Le has dicho hoy cuánto la quieres? No contestes, me atrevería a decir que no. Y sé que no me equivoco, al igual que tampoco has sido amable ni le has dicho lo guapa que está. No respetas su espacio pero tú sí necesitas el tuyo, y ella calla y asiente, todo por no perder su tesoro, el cual, permíteme decir, deja muchísimo que desear. Y deja de mirarme con esa cara de pasmado y reacciona. ¡Reacciona! - ambos estábamos a punto de explotar en lágrimas. - ¡Vete de una puta vez a verla! O se irá... - explotó, y las pintas de tío duro que se daba, se vieron truncadas de golpe por las lágrimas borrachas de sus ojos.
- Gracias...

Eso fue lo único que me dio tiempo a decir antes de echar a correr de ese antro, del que no recordaba ni cómo había llegado, ni por qué, sólo por qué me fui. Y mientras me dirigía sin aliento a su casa, no paraba de torturarme pensando en si sería demasiado tarde. Ella me quería, eso estaba claro, pero también miraba por su felicidad.


--------

Reflexiones y más reflexiones. Estos días "especiales" son horriblemente horribles. Definitivamente los odio, hacía tiempo que no me sentía tan mal.
http://www.flickr.com/photos/cruzankh

No hay comentarios:

Publicar un comentario